Para Leibniz una lengua universal puede constituir una verdadera lengua filosófica sólo si es capaz de expresar directamente los pensamientos. En el Dissertatio de arte combinatoria, Leibniz afirmaba que semejante proyecto podría realizarse elaborando un «alfabeto de los pensamientos humanos» (Alphabeto cogitationum humanarum); es decir, una lista de símbolos o caracteres que representen nuestras ideas más fundamentales. Aunque las fuentes de esta obra son muy diversas, en el fondo puede afirmarse que en sus ideas centrales se encuentran inspiradas en el Ars magna de Ramón Lull y en el Computatio sive Logica de Hobbes.
El Arte de Lulio consistía, a grandes rasgos, en un aparato mecánico compuesto de círculos giratorios que contenían un número pequeño de «categorías fundamentales» distribuidas dentro de los espacios vacíos de las figuras geométricas dibujadas en los círculos. De manera que al hacer girar los círculos se obtenían combinaciones de sus términos. El arte luliano tenía como propósito principal ofrecer un instrumento infalible para convencer a los infieles de la verdad de los dogmas de la religión cristiana, pero también habría de servir como un medio para descubrir nuevos conocimientos. Ambos objetivos eran posibles y compatibles para Lulio debido a que creía, como resumió Frances Yates, en que su Arte era «una lógica ‘natural’, una lógica fundamental basada en la realidad. La tabla de categorías luliana estaba formada por seis series, cada una de las cuales correspondía a nueve absolutos, nueve relaciones, nueve preguntas, nueve sujetos, nueve virtudes y nueve vicios. Si bien Leibniz retomaba la idea general del arte luliano (esto es, la idea de un método o dispositivo de combinación mecánico por medio del cual sería posible descubrir nuevas verdades en todos los campos del conocimiento, evitar el error y convertir a los infieles), se daba perfectamente cuenta de sus limitaciones.
En primer lugar, las combinaciones de las categorías no eran exhaustivas, y en segundo, la tabla de categorías le parecía demasiado arbitraria y artificial, dado que no había ninguna razón de peso para tomar nueve categorías por cada serie, ni había razón para sostener los vicios y las virtudes como ideas universales o primitivas. En cuanto a Hobbes, Leibniz retoma su concepción del razonamiento como un cálculo (Per ratiocinationem autem intelligo computationem), para llegar más tarde a su idea de una lógica como calculus ratiocinator. Thomas Hobbes, escribe Leibniz en De arte combinatoria, un profundo conocedor de principios, ha afirmado correctamente que todo lo que realiza nuestra mente es un cálculo, por el cual se entiende tanto la adición de una suma como la sustracción de una diferencia.
El primer método de construcción de la lengua filosófica consistía, en sus rasgos generales, en una reducción de todos.
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